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miércoles, 22 de diciembre de 2010

Empezaron los problemas

Hoy es martes 15 de marzo de 1996, acabo de enterarme del fallecimiento de la mamá de Sandrita. Mi amiga estaba inconsolable. Solo la abracé muy fuerte y le dije al oído que nunca estaría sola. Un sentimiento fuerte me invadió de pronto, una tristeza grande, no soportaba verle llorar. Estábamos en el comedor de su casa y la encontré sola, y aunque la casa estaba llena de familiares, ella estaba sola. Me senté a su lado y no hablábamos nada, solo la miraba y la tenía cogida de la mano. Ella siempre tuvo una mirada triste, pero hoy esa tristeza desbordaba en lágrimas. Primera vez que la veo llorar en todo el tiempo que llevo de conocerla. En apariencia, se ve tranquila muchas veces, pero su corazón es muy blando, muy sentimental. Lo que sucede, es que ella siente vergüenza de expresar abiertamente los sentimientos que según ella la hacen débil. Por eso sé que cuando estamos solos, es ella misma en todo el sentido de la palabra. Cada sonrisa, cada gesto, cada palabra y ahora cada lágrima es el reflejo de su verdadera personalidad. No sabe odiar. Y cómo podría, si ella es una fiel creyente de Dios. Ha llevado estudio bíblico en su propia casa y fue una grata coincidencia para mi, pues yo también soy un asiduo lector de la biblia. 

Luego de finalizado el entierro, estuve acompañándola todo el tiempo posible. Su negocio estuvo cerrado por duelo varios días. Al día siguiente, regresé a ver como se sentía. Me di con la sorpresa que habían llegado también unas tías de Sandra, pues coincidentemente era cumpleaños de su hermano Carlos, y para completar el show, llegaron también los amigos de él. Me pareció chocante todo eso, pues habían puesto música y estaban conversando y de cuando en cuando escuchaba risas. Sandra trató de poner orden en la casa, pero una de las tías le interrumpió para increparle que Carlos tenía derecho a celebrar su cumpleaños y que también era su casa. Soy testigo fiel de que estas cosas sucedieron a la muerte de la Sra. María que en paz descanse.

Y así como este día, sucedieron otros más, que dieron inicio a una vida infernal que tuvo mi amiga en esa casa. Cada hermano hacía lo que le venía en gana. Las borracheras diarias de Carlos y las amenazas del hermano mayor con botarlos de la casa. Todo esto parecía una locura. Y Sandra supo capear estas situaciones refugiándose en el trabajo. Hacía oídos sordos a todo insulto o amenaza que le lanzaban.
Afortunadamente para Sandra, su mamá antes de fallecer redactó un documento dejándole a Sandra no solo dinero y joyas, sino también su porcentaje como dueña de la casa. Esto motivó un ensañamiento de Felipe hacia Sandra, pues él ya se sentía dueño absoluto de todo. Supe luego que había dejado su trabajo en una agencia de aduanas. Y yo me preguntaba, de qué vivía, cómo se alimentaba, yo no sé. Al año siguiente, sorpresivamente llegó a la casa una muchacha acompañada de Felipe. Era la novia de él, se llamaba Mery. Para apaciguar los ánimos, Felipe le pidió casi rogando a Sandra que estuviera presente en su cumpleaños para hacer la presentación oficial de la cuñada. Sandra accedió y no me sorprende, pues ella siempre fue buena gente. 

Retornando al tema del trabajo de Felipe,  pues este hombre se había dedicado a tocar la guitarra junto con sus amigos, que, sin exagerar, todos tenían pinta de fumones, gente de mal vivir. Bueno, habían formado su grupito musical y se dedicaban a tocar en discotecas los fines de semana.  Entonces, él y su novia Mery sobrevivían a punta de propinas que ganaba con cada tocada. Pero, lo que no me convencía era que tanto él como Mery no cocinaban, todas las noches hacían pedidos delivery de pollo, comida china o pizza. Yo trabajo como administrador y lo cierto es que no me doy esa clase de gustos a diario, pues
el sueldo no alcanza.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Una nueva amistad

Después de recoger mi trabajo donde Sandra, me di cuenta que comenzaríamos una larga y bella amistad. Empecé a visitarla casi a diario, sentía una necesidad interior de conversar, saber más de ella y lo que pensaba sobre cualquier cosa; nuestras charlas duraban horas, y yo le acompañaba mientras ella atendía su negocio, me volví testigo de todo lo que acontecía en su transcurrir diario, solo me separaba de ella para salir a almorzar, luego retornaba a su casa, pero lo más agradable era que ella nunca se molestaba por tantas visitas que le hacía, al contrario siempre me recibía con una sonrisa.

Cualquiera pensaría que tal vez estaba enamorado de Sandra, pero no era ese sentimiento tan banal lo que me conectaba a ella; era algo más fuerte que un simple enamoramiento. Con  el transcurrir de los años, la amistad se fue fortaleciendo y yo empecé a sentir admiración por ella.

Sandra y yo nos teníamos bastante confianza, como para contarnos todo. Estudió en un colegio pequeño cerca de donde vivimos, algunos amigos míos fueron compañeros de Sandra. Y justamente, a través de estos amigos supe que Sandra fue una alumna sobresaliente. La verdad no era necesario preguntar a nadie, la he visto trabajar, la he escuchado, la  he observado, y no me quepa la menor duda que en cualquier oficina se desempeñaría óptimamente.

Luego que terminó su colegio, tuvo una adolescencia difícil, pues sus padres estaban separados, pero a pesar de ello, las pocas veces que su padre visitaba la casa, ella siempre escuchaba discusiones, gritos, las peleas no cesaban, y esa situación la marcó en su carácter, pues Sandra por momentos se mostraba desconfiada de la gente, no tenía muchas amistades, tal vez una o dos, he sido uno de los pocos amigos que la ha visitado, más bien, he sido el único. Me contó acerca de sus hermanos, y esa es historia aparte. Con el mayor, Felipe, ha sido la convivencia familiar más conflictiva, desde que ella tenía unos 10 años hasta el momento en que le conocí, me dijo que no hablaba con él, que tampoco participaba de la celebración de su cumpleaños, que no se saludaban, no sabía nada acerca de su vida, y por último que no sabía que edad tendría actualmente. Solo sabía que Felipe odiaba a medio mundo, empezando por la familia, trataba a su madre de la peor manera, con gritos e insultos, a pesar del cariño que se le brindó, creció odiando a la humanidad, culpando al resto de todo lo malo que le pasaba. En cambio, Carlos, el hermano menor de Sandra, tenía otros sentimientos, muy apegado a su madre y a su hermana, un chico muy alegre, carismático diría yo. No éramos amigos, pero siempre me trató con amabilidad, a veces charlábamos. Cuando le conocí, Carlos era el típico muchacho metalero, con su polo negro, cabello largo y todo eso, pero se notaba a leguas que quería mucho a Sandrita, de entrada o de salida, siempre un beso y un abrazo. Con respecto al papá, casi nunca se le veía, un señor muy tranquilo, sonriente, como si todo en su vida fuera maravilloso.

Con ayuda de su abuela y su mamá, Sandrita terminó de estudiar su carrera: Sistemas. Sus primeros trabajos fueron un poco accidentados, se notaba su poca experiencia en todo. Y aunque era una joven que le encantaba la lectura y siempre procuraba estar al día en las noticias, no llevaba una vida mundana, es decir salidas con las amigas, discotecas, no fumaba, ni tomaba, pero tampoco era una cucufata, simplemente como me decía ella: procuro hacer feliz  a mi mamá, ella se lo merece. Así es, llevaba una vida super tranquila pero con el único fin de satisfacer a su madre y mantenerla tranquila, sin preocupaciones, pues ya era bastante las que les daban sus otros dos hijos.

Llegó aquel día en la vida de Sandrita en que se dio un cambio hacia su madurez, sobre todo en el aspecto de la vida. Por referencia de una ex-compañera de estudios de la secundaria, logra ingresar a trabajar a una dependencia del Estado, el Ministerio de Guerra, en el área de Informática y Telecomunicaciones. Me quedé sorprendido cuando supe de este detalle en la vida de mi querida amiga. Los sábados me dijo, les daban instrucción pre-militar, aprendió muchas cosas, entre otras a manejar armas. Me pareció de lo más alucinante, nada en ella podría delatar que hubiera llevado esa vida, absolutamente nada. En mucho tiempo no había contado a nadie acerca de esa faceta de su vida profesional, tan solo su mamá sabía pero sin muchos detalles, me aclaró Sandra. Me siento afortunado, que tan solo conmigo haya sido capaz de abrirse y relatarme con tantos detalles cada momento de su vida. Por sus manos han pasado documentos importantísimos, ha manejado información clasificada, ha estado en reuniones con gente de las que solemos ver en TV. Así, estuvo trabajando por cinco años, ganándose la confianza de los jefes, en poco tiempo ya realizaba trabajos de campo, es decir, trabajos de seguimiento, la colocaban en puestos de trabajo en X empresas, que para ellos era clave en una investigación. También la ubicaron en la U. La Católica, para lo mismo. Justamente, su carácter combinado con su inteligencia y disciplina era idónea para esas labores. Es el tipo de persona que inspira mucha, mucha confianza, y de esto se aprovechaban los jefes para enviarla a diferentes dependencias.

Pude entender  mucho mejor aquellas visitas raras a su oficina. Mi amiga pues, se dedicaba a hacer trabajos de investigación combinado con observación, luego seguía la redacción, una labor sencilla, nada del otro mundo. Temprano por la mañana llegaba personal del Ministerio, le dejaban carpetas y un sobre. Luego regresaban al cabo de una hora o menos, recogían un diskette y la carpeta. He visto en algunas oportunidades, que llegaba personal policial, otras veces, del ejército y solo en un ocasión personal de la Base Aérea Las Palmas. Se que iban por recomendación, pues preguntaban específicamente por ella y a su vez le decían por encargo de quién iban. Todos los trabajos eran urgentes y clasificados. Siempre la misma sugerencia, luego de entregado el trabajo, borrar la memoria, nada debe quedar grabado en la PC, eliminar cualquier borrador, copia, o indicio del trabajo realizado. Me ha contado, que en su mayoría, todos los informes eran seguimientos a presuntos terroristas infiltrados en diversos lugares. Investigaban a personal militar que hacía labores de espionaje y se encontraban infiltrados en las cúpulas terroristas, asuntos de Estado Mayor me dijo Sandra. También conocía los códigos que se utilizaban en caso de contingencia, de emergencia, para alertar al personal que se encontraba fuera de su Base, como por ejemplo en TV pasaban: "Aviso importante, se necesita sangre RH negativo grupo "B" con urgencia. Favor de comunicarse al teléfono xxxxxxxxx" cada 3 minutos. Por supuesto nadie llamaba al teléfono de la pantalla. Afortunadamente mi amiga no guardaba nada en computadora, pues además ella tenía una memoria visual única. Como si sus ojos fueran una cámara. Me dibujó a mano alzada el croquis de la BAP, como estaba dispuesta cada área, donde estaban ubicadas las torres, las oficinas principales, todo. Escribió una relación, con los sobrenombres que utilizan los pilotos, sus claves, con detalle. He podido pensar que tal vez Sandrita tiene mucha imaginación, pero resulta que también me he puesto a averiguar y no hay forma de saber tantos detalles como no sea que los hayas leído (ojo, que es información clasificada) o lo hayas escuchado directamente de un superior.

Y sobre los famosos "chuponeos" telefónicos, el Ministerio tenía interceptado todos los teléfonos de la zona y sus alrededores, además de los teléfonos de gente importante, sean políticos, prensa, empresarios y de toda aquella persona que a su vez se relacionaba con ellos. Es decir, al cuñado de un político también lo "chuponeaban" y escuchaban todas sus conversaciones, no vaya a ser que por ahí se le escape algo al político y sea información importante para joderlo más. Por que no se me ocurre otro motivo que  no sea fregar a la gente, pues a mí eso de asuntos de estado mayor no me cuadra. Ningún mal o daño que se haga a un ciudadano por más coimero, ladrón con corbata, estafador, mujeriego, etc. sea al final de todo, un asunto de importancia vital para el futuro de nuestro país.

Sandra cumplió a cabalidad su trabajo, con mucha responsabilidad sobre todo con los jefes. Trató de salirse de ese círculo, se retiró voluntariamente del Ministerio alegando que su madre tenía una enfermedad terminal. Permitieron que se retirara, pero con la condición de seguir apoyándolos cuando se le necesite. Sandra accedió, pues ella sabía que inútilmente podría escapar de ese mundillo.Conocían su vida y milagros, quienes visitaban su casa, quienes le llamaban (nadie, pues Sandra cortó de plano con todo su pasado estudiantil), con quienes salía (nadie tampoco, no hacía vida social, no tenía novio, enamorado o amigo cariñoso, nada). Era una especie de soldado al servicio de esa gente. Pero tampoco llegó a figurar en Planilla, prácticamente todo ese grupo que trabajaba con Sandra, ninguno de ellos figuraba como personal del Ministerio, les pagaban en efectivo, bueno, les pagaban muy bien y muchas veces en dólares.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Sandra,

Le conocí allá por el año 1994, una chica simpática, educada, dedicada a lo suyo. Aquella noche llovía en Lima como no suele pasar, necesitaba realizar un trabajo de la universidad, y por referencia de unas amistades llego a la casa de Sandra. Aún no sabía como se llamaba y muchos menos cuál era su aspecto. Pero al tocar el timbre de su puerta, me atendió una joven que a mi parecer, aparentaba unos 15 o 16 años, no más.

Estuvimos platicando sobre mi trabajo, pues ella manejaba un negocio, una mezcla de librería y servicios como copias, anillados, etc. Tengo que confesar que, desde el primer momento que le conocí me inspiró mucha confianza y ternura. Fue tan amable, que aun sin conocerme, abrió su puerta y me hizo pasar. Le agradecí el gesto, pues por aquellas fechas estuvimos viviendo en Lima mucha incertidumbre por causa del terrorismo. Fueron años en los que la desconfianza se podía sentir en el aire que respirábamos los peruanos.

Le pregunté su nombre, me dijo: Sandra; a continuación le respondí el mío.
Le comenté que casi éramos vecinos, pues en aquel entonces vivía a unas cinco cuadras de su casa. Mientras conversábamos no pude dejar de observar que su casa, más bien su sala, tenía un aspecto pulcro, impecable, con todas las comodidades de las que pueda gozar una joven soltera.
Ella se atrevió a confesarme, que su mamá era una persona bastante desconfiada, por lo que había hecho una excepción al dejarme entrar, pero para salvar esta situación, ella misma me brindó una salida. Me dijo simplemente: "por si acaso, tú eres un ex-compañero de trabajo, del Ministerio. Has estudiado computación. Okey."
Y bueno, yo asentí con la cabeza, y le dije que no se preocupara. Y ella me contestó: "Tú no conoces a mi mamá, ella con su mirada te saca toda la verdad, parece que te leyera la mente."

Retornamos a la primera conversación, acerca de mi trabajo que tenía que presentar con urgencia al día siguiente. Sandrita, muy diligente me aseguró que el trabajo estaría listo sin falta para mañana. Me sentí avergonzado con ella, pues como me solía suceder muy seguido, no llevaba un céntimo en el bolsillo, no traía ni un mísero sol para dejarle a cuenta del trabajo.

Creo que también le caí en gracia, pues al saber mi situación monetaria, me dijo que cuando pueda le pagara. Luego de unos minutos me despedí de Sandra.

Toda esa noche, no paré de pensar en ella. Había conocido mucha gente, muchas chicas; pero Sandrita se veía tan inocente, tan transparente. Me equivoqué cuando dije que tendría deiciséis años, ella realmente tenía 22 años, pero no los aparentaba para nada. Era una chica que te hablaba de todos los temas, desde política hasta de las cosas más simples. Hablamos sobre la familia, de cómo sería tener hijos y todo ese rollo.

Me quedé dormido, pensando que el día de mañana la vería otra vez.